Desarrollo profesional. ¿Hace el hábito al monje?

El desarrollo del talento

Hace unos días, preparando el material sobre un próximo curso del IESE sobre “Gestión de personas en entornos VUCA”, me solicitaron una cita referida a lo que es el desarrollo del talento. Algo que pudiese constituirse en guía de actuación en la materia.

En seguida, me vino a la cabeza algo que, a menudo, digo en sesiones para el crecimiento de directivos. La cita en cuestión se la debemos a Aristóteles, que allá por el siglo IV nos dejó escrito lo siguiente en su “Ética a Nicómaco”:

«La excelencia moral es el resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos cotidianos de justicia, templados realizando actos cotidianos de templanza, valientes, realizando actos cotidianos de valentía».

¡Qué paradoja! ¿No crees?

Resulta curioso buscar respuestas ante un entorno tan cambiante y encontrarlas en uno de los clásicos por excelencia. Desde luego, no es la primera vez ni será la última. Siempre digo que ante las incertidumbres y los cambios vertiginosos, conviene no perder de vista la vuelta a los clásicos y la sabiduría que en ellos se acumula.

En este caso, ¿qué interpreto yo de esa cita y por qué para mí está relacionada con el desarrollo del talento? Pues, simple y llanamente, porque nos habla del valor del hábito diario para construir a la persona.

Nuestro refranero pareciera indicar lo contrario cuando nos dice aquello de que “el hábito no hace al monje”. Pero, bien mirado, lo que nos dice apunta en la misma dirección. Es decir, que la esencia de la persona no está en su vestidura sino en su conducta cotidiana. Si queremos alcanzar una “forma de ser” asentada, será a través de “formas de ser” diarias.

El desarrollo del talento y su relación con los hábitos cotidianos

A menudo me encuentro con directivos que buscan ser más innovadores, planificados,  asertivos, líderes inclusivos o lo que sea. Y lo quieren como un “debería tener”. Pero luego, se centran tanto en “su trabajo” que poco hacen para lograrlo.

Sea cual sea la habilidad que desean desarrollar, la anhelan como un niño pasa la noche de Reyes Magos: esperando que “algo pase” y el nuevo día se la regale.  Y claro, no pasa.

Si queremos mejorar en algo tendremos que clarificar un propósito y qué posibles hábitos cotidianos impulsan al mismo. Y, por supuesto, hacerlos propios con perseverancia e incorporados al quehacer diario.

Aunque suene sorprendente, en estos tiempos de cambio vertiginoso se hace necesario hablar de clarificación de un rumbo y perseverancia en el empeño. Porque, es tanto el riesgo de dispersión que conviene centrar el foco e insistir en el mismo.  

Quizá, cambiarán la forma en que construimos esos hábitos. Las “herramientas”, por así decirlo, pero no el fondo.

Si antes me planteaba el propósito de estar más orientado al aprendizaje, me esforzaba en asentar hábitos de lectura de libros o asistencia a foros y eventos. Ahora, puede que los haya sustituido por asomarme a plataformas digitales con información de interés. Pero debo perseverar en el hecho de dedicar un tiempo determinado a alimentar mi curiosidad. Y tener contacto con novedades que me hagan aprender, vengan en el formato que vengan.

Puede que sea tan fácil de comprender como difícil de materializar, pero es el camino.

Te animo a preguntarte qué hábitos estás trabajando para mejorar día a día y qué otros podrías desechar con el mismo propósito.

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